martes, 4 de noviembre de 2008

Ocultar el hecho religioso

No estaría mal, al igual que se hace con otras materias, se hiciera una prueba de nivel de cultura religiosa para ver cómo están nuestros alumnos al respecto. Seguramente nos daríamos cuenta que presentan unas lagunas impresionantes en sus conocimientos básicos sobre la materia, que podrían llegar a escandalizar a más de uno. El sistema educativo que tenemos se ha diseñado de tal forma que un alumno cualquiera, puede llegar a pasar todos sus cursos, tanto de primaria como de secundaria, sin haber oído palabras tan elementales para una cultura general como "Biblia", "Jesucristo", "Corán" o "Jerusalén".
Sobre esta situción todavía recuerdo dos escenas que nos deberían mover a la reflexión. A mi por lo menos, lo hicieron:
La primera fue el caso de una señora que conscientemente no había querido ofrecer a su hijo ningún conocimiento de cultura religiosa. El impacto fue, para el niño-adolescente, cuando con doce años entró por primera vez a una iglesia y vio su primera imagen de un Jesús crucificado. Comenzó a gritar aterrado: ¡¿Qué le han hecho?!
La segunda, también sorprendente, al menos para mi, fue cuando en una visita a una catedral dos alumnas, con padres declarados oficialmente anti-religión, quedaron absortas con el ambiente de oración en una de las capillas laterales, que además estaba llena de gente. Teníamos que visitar otros sitios que estaban programados en la salida de clase, y no teníamos mucho tiempo para pararnos en aquella capilla, pero lo hicimos. Preguntaban continuamente por cada gesto del ritual, por cada símbolo, por el sentido de la cantidad de velas encendidas que veían a la entrada, por los sentimientos y los gestos de la cara de los que estaban allí... Habían descubierto algo nuevo, que no conocían, que se les había ocultado... que se les había privado.
En definitiva, podemos concluír que quien ha querido luchar contra cualquier expresión de la religión buscando la ignorancia, el ocultamiento de la misma a los jóvenes, han fracasado. No hay nada como decir a un joven: "esto no lo hagas" para que, a ciertas edades, inmediatamente pregunten el porqué y en seguida les invada un inmenso deseo de probarlo. Es superior a sus fuerzas.

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