viernes, 21 de noviembre de 2008

Sobre la democracia y los poderes fácticos

Cuando hablamos de democracias y libertades, en seguida se nos llena la boca de palabras cargadas de buenas intenciones. A pesar de ello, cada vez son más los dirigentes políticos, sindicales y religiosos, y podríamos decir que muchos dirigentes en general, que tienden a imponer la uniformización, la prohibición, y la adhesión al pensamiento único. Parece que no está en boga el diálogo, el intercambio de opiniones ni el reconocimiento a quien hace bien su trabajo. Tampoco, hablar de principios morales o éticos, porque éstos dificultan llevar adelante esa práctica encubierta, pero cada vez más presente en nuestras sociedades, de la tiranía dentro de la democracia.
Tal y como hemos montado esta sociedad, con una falta de referentes éticos y morales, lo importante para algunos es ser fiel al "dirigente del aparato" del sistema. Haga lo que haga y diga lo que diga nadie lo denunciará, porque ya se han encargado de adormecer a la persona y su crítica social. Nadie es responsable de nada y la falta de libertad en nuestra sociedad, supuestamente democrática, queda patentene en que cada vez más se prohibe y se ilegalizan más cosas.
El "supuesto" enfrentamiento entre poderes es quizá un pacto para que todo siga igual, para que los que mandan, sigan conservando sus privilegios y su poder. Eso ya estaba inventado en la España del siglo XIX con el bipartidismo, que todavía hoy no nos hemos podido quitar de encima. Quien ha salido más perjudicado de esta situación han sido los propios ciudadanos, que han perdido poder de decisión cuando, por definición, la democracia debería ser el gobierno del pueblo.
En cuanto a las organizaciones sindicales, tres cuartos de lo mismo. Alineados con los diferentes partidos políticos, han bebido de las mismas fuentes que ellos. Las direcciones sindicales ejercen un control espartano del pensamiento, también único, que teóricamente queda legitimado por unas elecciones internas, dentro de la misma organización, y públicas, entre los diferentes grupos sindicales. Las elecciones internas, a veces ni se llegan a celebrar, y si se hacen, se pueden ejecutar como un claro ejemplo de lo que no debe ser nunca la democracia: Engaños, traiciones, manipulaciones legales, pactos de poder, ninguneos, etc... La repartición de prevendas hacen que algunos dirigentes sindicales sean dóciles, o busquen serlo, al poder establecido. Estos miran de agradecer a unos u a otros, según sea quien detente el poder, el apoyo recibido o que quisieran recibir. En algunos casos el espectáculo llega a ser lamentable y podemos ver personas sirviendo a dos señores a la vez, pero no a quien deberían servir: a sus colectivos o ciudadanos.
Para los profesores de religión, poderes hay dos. Así que ustedes elijan y saquen sus conclusiones con las que podrán entender el porqué de muchas decisiones extrañas.
La Iglesia, por su parte, no tiene este problema. Ella nunca se ha escondido: no funciona como una democracia. Es jerárquica y es así desde hace aproximadamente dos milenios, pero no debemos olvidar que a pesar de ello tiene sus propios sistemas de autorregualción: Los concilios, los sínodos, etc.. en los que la comunidad de creyentes tiene mucho que decir. Recordemos que la misma palabra "Iglesia" quiere decir "asamblea". Desgraciadamente podríamos decir que a pesar de ello el bipartidismo también se ha instalado en el seno de la Iglesia: Por un lado tenemos una jerarquía cada vez más enrocada en sus planteamientos y por otro unas comunidades de base alejadas de ellos. El pecado de la separación entre crsitianos también se hace latente en esta separación entre los mismos católicos. El Concilio Vaticano II fue un importante acercamiento y puesta al día de todas las posturas de la Iglesia en el quehacer diario. El problema, después de más de cuarenta años, es que ha habido sectores de la iglesia que nunca han querido aplicarlo en su totalidad y han retrocedido nuevamente a posturas más cercanas a Trento que a las Concilio convocado por Juan XXIII. Hoy más que nunca podríamos decir que urge en toda la iglesia, y en sus planteamientos, un "aggiornamento", un ponerse al día en la realidad de nuestro mundo. Cerrarnos con posturas retrogradas, lo único que hará será sectarizar la iglesia. La iglesia tiene un importantísimo papel que realizar hoy, pero ni con las imposiciones, las amenazas, el querer decidir por encima de todo y querer mantener los privilegios, al igual que hemos comentado para muchos políticos y sindicalistas, conseguiremos el obligado camino de la unidad.

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