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martes, 26 de octubre de 2010

¿Y a ti qué te sugiere?




He encontrado esta gráfica que me parece muy interesante para pensar y reflexionar sobre el mundo en el que vivimos. ¿Y a ti qué te sugiere?
Puedéis completar la información con este informe, también sacado de la web de la CIA, sobre el listado de religiones en el mundo, país por país. A ver si os resulta útil. Es lo que deseamos. 

jueves, 11 de febrero de 2010

La fuerza del Espíritu

Para un profesional de la docencia de la Religión hay temas especialmente difíciles de explicar a sus alumnos. Uno de los más complicados es sin duda alguna el del concepto cristiano del “Espíritu Santo”. El consejo al respecto es claro: “No nos rompamos la cabeza: si queremos afrontar con éxito algo difícil, simplemente hay hacerlo fácil”.
Esta lección la aprendí en mis tiempos de estudiante de Teología cuando uno de los profesores comentó:

- “Vas por la carretera, ves un accidente y tienes el instinto de parar, pero no quieres hacerlo. Si lo hago no llegaré a tiempo, así que otros se ocuparán. Mejor, tiro adelante y me olvido.
Pero hay una fuerza en mí que me empuja a parar y a atender a ese desconocido que necesita de mi ayuda. ¿Sabéis qué es esa fuerza?, dijo.
- Es el tener, o no, el “Espíritu Santo”.

Así de sencillo y así de difícil.
Esta simple lección, de un asunto tan complicado de explicar, creo que muchas personas la aplican en su vida diaria y es la fuerza que les anima y les ayuda a buscar siempre el bien y la verdad: La aplicamos con nuestros hijos cuando en ocasiones no se comportan adecuadamente y les tenemos que regañar o castigar, muchas veces a contracorazón. Lo tenemos que hacer y sacamos fuerzas, pero nos cuesta. A pesar de ello, tenemos claro que lo hacemos porque les queremos y algo nos dice que ellos tienen que corregir errores y comportarse adecuadamente (los no creyentes le llamarán conciencia; los creyentes fuerza interior o fuerza del Espíritu). El castigo suele y debe ser el medio para reconducir lo que se ha hecho mal y restaurar el bien y por eso, porque los queremos, no dudamos en llevarlo adelante.
Esto que lo vemos tan claro con los hijos, nos cuesta mucho más cuando la persona que no obra rectamente es un amigo, un compañero, y no digamos nada si es un superior. En estos casos, lo más fácil es callar, a pesar de lo que veamos no nos agrade. Sin embargo, la actitud correcta debiera ser la contraria, porque las cosas mal hechas siempre estarán mal hechas.
El instinto de supervivencia, el deseo mundano de tener poder o de estar cerca de él, nos lleva no sólo a callar sino en ocasiones a jalear y a apoyar al líder que no obra rectamente. Es condición humana, es el no parar en la carretera para ayudar al necesitado, es participar del mal hecho e incluso reforzarlo. Es el vacío total del Espíritu.
También en estos casos las actitudes correctas debieran ser las que buscan corregir, incluso si es necesario a través de la justicia, las cosas mal hechas que no se quieren rectificar. El objetivo final, al igual que hacemos con nuestros hijos, debiera ser el de buscar el bien y la verdad (valores profundamente cristianos y llenos de fuerza). Lo contrario, no nos engañemos, aunque lo vistamos de caridad fraterna y de falsa ortodoxia cristiana basadas en lecturas sesgadas de los Evangelios, son actitudes contrarias a la religión, que además conllevan una grave banalización de la Fe y las creencias. Son actitudes basadas en el apoyo a los falsos ídolos, aquellos por los que según algunos, incluso llegamos comer.
Una pena llegar a pensar así, sobre todo si los que lo hacen son los responsables de explicar a sus alumnos qué es el Espíritu.

jueves, 17 de septiembre de 2009

¡Ei profe, que yo soy ateo!


Comienza el curso. Los chicos se vuelven a encontrar con sus amigos y con el comienzo de la rutina después de un largo verano. Los profesores nos volvemos a encontrar con los alumnos y la cruda realidad del politizado y malísimo sistema educativo que sufrimos cada año. Éste, al igual que el anterior, toca programar en función de las competencias básicas. ¿Para qué? No se sabe muy bien, pero eso es otro tema.

Llega el emocionante momento de la entrada en clase. Será la primera y la única vez durante el curso que los alumnos me reciban sentados, en silencio, expectantes de mis primeras palabras. Mañana seguramente los encontraré de pie, gritando e ignorando mi presencia cuando entre en el aula. Quizás quieran saber ver si las reglas del juego serán las de siempre o hay cambios importantes; quizás quieran saber si seré más o menos duro que el año pasado; quizás piensen que todavía mi cuaderno de notas y de comentarios está en blanco y no quieren que lo estrene con una anotación negativa. Es como el primer asalto de un combate de boxeo, donde los rivales se estudian mutuamente. ¡A ver qué pasará...!

Paso lista; sorprendentemente toda la clase respeta el silencio hasta llegar al último alumno. Doy la bienvenida y explico que en este curso todos los alumnos del nivel haremos una historia de las religiones, fundamentalmente la cristiana y de la Iglesia, que es la tradición más importante de nuestra historia (ya sabía que algunos alumnos habían mostrado malestar por tener que hacer una cultura religiosa obligatoria para todos). De repente una voz se levanta entre los alumnos y me espeta:

- ¡Profe, yo soy ateo!

- ¿y...?

- Que yo no quiero que me "coman el tarro" ni que me convezcan de nada, además, como no creo, no he querido hacer nunca Religión, y ahora me obligan.

- Aquí "no se come el tarro" ni se convence a nadie, se explica historia, en este caso de la Iglesia Católica y de otras confesiones que han pasado por el país.

- Es que Jesucristo no me creo que existiera, yo no lo he visto.

- Pues existió, te guste o no, igual que existió Carlomagno, Napoleón, Bismarck o Franco, a los que por cierto, tú tampoco has visto nunca y no dudas de su existencia. Jesús existió, al igual que existió Mahoma y Buda. Duda de sus doctrinas pero no de su existencia. Son personajes reales, históricos.

- ¿Y tú cómo sabes que existió Jesús?

- Los documentos históricos, incluso los del lado contrario a los cristianos, nos hablan de Él, la descripción que nos hace la Biblia de los lugares, las situaciones, los personajes.... hacen que podamos afirmar su existencia. Los lugares que describe la Biblia puedes ir a visitarlos. Además una tradición que no existe, o un pensamiento filosófico cualquiera te aseguro que no perduran más de 2000 años y todavía con gente que cree en ella.

(silencio...)

Parece que el primer escollo ha sido salvado.

- Sobre tus creencias, aunque seas ateo, creo que conocer la Historia de la Iglesia y que yo te evalúe sobre ella, hará que tengas una base cultural que será importante en tu vida. No te voy a pedir que creas, no te voy a poner nota por lo que crees, eso es del ámbito personal, y aquí en eso no entramos. En esta clase, hay musulmanes, hindús, cristianos y hasta ateos (por lo que me dices), y una de las cosas que pido es que respetemos todas y cada una de las creencias y formas de pensar. Tú sabrás qué sientes y por qué lo sientes, y además está bien que te lo preguntes.

Parece que el alumno queda satisfecho por la explicación.

- Profe, ¿Y tú crees?

Río, le miro con simpatía y le digo:

- Eso, como ya te he dicho, forma parte del ámbito personal y aquí, en clase, no entramos, pero si quieres y estás muy interesado, me lo preguntas y te lo explico a la salida de clase...

miércoles, 25 de marzo de 2009

Practicantes y no creyentes

Dentro del complicado mundo de la fenomenología religiosa, últimante asistimos a un fenómeno nuevo: al del "practicante no creyente". Sí, como lo oyen. Parece ser que lo contrario sería lo normal, el "creyente no practicante", pero el primero curiosamente se está imponiendo día a día.
Atrás parecen quedar aquellos tiempos en los que se pedía coherencia religiosa y se decía aquello de "si crees tienes que practicar". Pues ahora, todo lo contrario "si no crees, también tienes que practicar". Y no crean que se trata de una cosa exclusiva de la Iglesia católica, que también, sino que es un fenómeno que está sugiendo cada vez más en el seno de otras confesiones.
Hoy he oído en un programa de televisión que en una ciudad española, los cofrades de una hermandad eran muchos de ellos ateos, pero seguían la tradición de su familia de participar activamente en las procesiones de Semana Santa. Ya sé que me podrían decir que los ateos descansan el domingo o celebran la Navidad, sí, pero eso es diferente porque les viene impuesto por una costumbre generalizada a toda una sociedad. En cambio participar activamente en la Semana Santa es promover, voluntariamente, una tradición de fe y de expresión de la misma.
Podríamos encontrar otros ejemplos de "no creyentes practicantes", como es el caso de algunos musulmanes que se saltan preceptos del Corán, como el del alcohol, o el de las restricciones de algunos alimentos, y luego cumplen estrictamente con el mes del Ramadán. También sería el caso de muchos peregrinos que emprenden camino hacia Santiago de Compostela. Afrontan el recorrido como un reto deportivo. Si no existe la fe, aunque sea mínimamente, no tiene mucho sentido hacer el Camino de Santiago. Las rutas verdes son una buena alternativa de paisaje y entrenamiento, pero en definitiva muchos se inclinan hacia el camino religioso. Costumbre social, tradiciones, cultura, arte, relaciones personales.... Todo son excusas para no creer y practicar. ¡Cuesta creer!

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Querer creer

Ha pasado por mis manos una felicitación de Navidad que me ha impresionado de forma especial. Es una felicitación distinta, con un toque, podríamos decir, "muy laico", pero de una gran profundidad humana y espiritual. Es la felicitación del Delegado del Gobierno en Cataluña, Joan Rangel [Blog].
La felicitación presenta en su portada una foto de la escalera principal del edificio donde él trabaja: la delegación del Gobierno en Cataluña, pero lo bueno, está en el interior, cuando abrimos la felicitación. Nos encontramos con un poema de Navidad de Josep Palau i Fabre, en catalán y castellano, y que reproduzco en su integridad porque en él sobran las demás palabras:

No crec en tu, Senyor, però tinc tanta necessitat de creu- re en tu,
que sovint parlo i t'imploro com si existissis.
Tinc tanta necessitat de tu, Senyor, i que siguis, que arribo a creure

en tu -i crec que crec en tu quan no crec en ningú.
Però després em desperto, o penso que em desperto,

i m'avergonyeixo de la meva feblesa i et detesto.
I parlo contra tu que no ets ningú. I parlo mal de tu com si fossis algú.
¿Quan, Senyor, estic despert, i quan sóc adormit?

¿Quan estic més despert i quan més adormit?
¿No serà tot un son i, despert i adormit, somni la vida?
¿Desperta- ré algun dia d'aquest doble son i viuré,
lluny d'aquí, la veritable vida, on la vetlla i el son siguin una mentida?
No crec en tu, Senyor, però si ets, no puc donar-te el mi- llor

de mi si no és així: sinó dient-te que no crec en tu.
Quina forma d'amor més estranya i més dura!
Quin mal em fa no poder dir-te: crec.
No crec en tu, Senyor, però si ets, treu-me d'aquest

engany d'una vegada; fes-me veure ben bé la teva cara!
No em vulguis mal pel meu amor mesquí.
Fes que sens fi, i sense paraules, tot el meu ésser pugui dir-te: Ets.


martes, 9 de diciembre de 2008

Creer

Muchas personas dicen que no creen, pero la creencia, el creer en algo, es intrínseco a la persona humana. Hoy un alumno me ha dicho que a ver si íbamos a hablar de la Biblia porque a él eso... como que nada de nada. Le he respondido que sí, que a pesar de todo lo que opine sobre este asunto es algo necesario para su formación. A pesar de su supuesta increencia, lo que sí me ha demostrado es que, al menos algunas de las historias que aparecen en este libro sí que las conocía. Uf, he respirado, porque quizás su increencia no era tan profunda. Al menos conocía algunos de los fundamentos de nuestra cultura y eso denota que al menos, quien se lo ha explicado, cree en algo y ha intentado transmitirselo. Algo le habrá quedado.
No creer es absolutamente imposible. No creer es estar muerto en vida. Las personas que se dicen no creyentes buscan sus propios rituales sustituyendo a los propiamente religiosos. Son lo que podríamos denominar las nuevas formas religiosas de nuestra sociedad, que están haciendo de nuestro mundo un lugar cada vez más complejo.


Muchas personas han dejado los rituales religiosos de lado, pero han trasladado sus creencias a otros campos. Creer, no han dejado de creer. Algunos alimentan el vacío dejado por la religión con la realidad virtual, los videojuegos o cualquier otro tipo de adicciones. Otros, han buscado su Dios en el fútbol. Siempre siguen un ritual: Se visten de una determinada forma, acuden a un recinto para ellos sagrado, cantan el himno de su club al principio del partido y durante el envento entonan otras canciones, piden un milagro si su equipo pierde, e incluso pueden llegar a alabar el juego de algún jugador hasta llegar a atribuirle el apelativo de "Dios". ¡Vaya, que lo que hacen no difiere mucho de ir a misa! De hecho es el mismo ritual de fondo pero sustituido por lo deportivo; respecto a las creencias, no han dejado de creer, simplemente han orientado su necesidad de transcendencia hacia otro lugar.