Barack Obama acaba de jurar su cargo de Presidente de los Estados Unidos. Todo el mundo ha centrado su vista en este acto, que muchos han entendido como un cambio muy importante en el país más poderoso del mundo. La expectación mediática ha sido inusitada. Las liturgia del acto milimetrada. Un espectáculo de primer orden mundial en el que por primera vez un presidente negro, perdón, afroaméricano (eufemismo para no herir sensibilidades) llegaba a la Casa Blanca.
Si analizamos a fondo el acto de toma de posesión de Obama, su discurso, sus formas podemos concluír que ha existido una absoluta normalidad laica. El nuevo presidente no ha escatimado símbolos: Ha jurado su cargo sobre una Bíblia, en el país que muchos señalan como dirigido por el lobby judio. Parece que a nadie le ha molestado. El mismo Obama ha dicho en su discurso: "Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos y e hindúes - y de no creyentes", pero el juramento como presidente de "todos los estadounidenses " lo ha hecho sobre una Biblia, y no ha pasado nada, a nadie le ha precido mal, ni nadie se ha quejado. También en su discurso ha hecho, en cuatro ocasiones, referencias a Dios y ha finalizado con el ya consabido "que Dios os bendiga, que Diós bendiga a América". Esto es la normalidad laica que tanto echamos en falta por estos lares.
Si esto se hubiera producido en España ya tendríamos la guerra montada. Estaríamos ya a a la greña sobre si retirar Biblias, crucifijos, cualquier otro elemento de simbología religiosa. Hablaríamos si un político debe jurar o prometer, si debe, en definitiva, hacer referencias a cualquier aspecto de la religión. Es el sinsentido carpetovetónico en el que sólo se tiene la razón si atacas y acabas con el prójimo. En definitiva, es la laicidad mal entendida.
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