lunes, 16 de febrero de 2009

A propósito de la historia de un monje budista

Érase una vez un monje budista que vino de visita a una de nuestras flamantes ciudades. No importa ahora el nombre de la ciudad, sólo que se trataba de una urbe occidental, de esas que llamamos "desarrolladas".
El monje se quedó bastante impresionado: Las calles estaban perfectamente urbanizadas; los coches de lujo circulaban constantemente por ellas; había tiendas con todo tipo de luces de colores, músicas en su interior y pantallas de televisión (de plasma por supuesto) que anunciaban todo tipo de objetos; Las personas, lujosamente vestidas y complementadas, caminaban con todo tipo de artefactos encima: gafas de sol, maletas y bolsos de todos los tipos, móviles por los que hablaban continuamente, o incluso caminaban abstraidos en su MP3, MP4 o iPod. Eso sí, nadie hablaba con nadie. Todo el mundo circulaba ignorando a todos los de su alrededor.
El monje, como ya hemos dicho, quedó impresionado con lo que veía, francamente impresionado, y a la pregunta de qué le había parecido su visita a la ciudad, la respuesta fue:
"Todo lo que he visto me ha parecido increíble. Ni me hubiera imaginado poder vivir así. Yo vengo de un país en el que no hay nada de esto y os puedo decir que por un lado sois muy ricos: no os falta nada materialmente hablando, pero por otro lado, os falta lo principal del ser humano, lo principal para vivir como hombres en plenitud: la riqueza espiritual. Sin ella el hombre está muerto".
Esta historia, que es real, os la he explicado por una experiencia que he tenido en clase. Me he acordado de ella porque hoy he explicado a mis alumnos, dentro del tema del budismo, cómo es la austeridad en la que viven los monjes de esta confesión. Creo que algunos alumnos han salido bastante impresionados, pero no impresionados de lo que imaginais, sino impresionados por considerar que pudiera haber alguien "tan colgado como para renunciar a la riqueza material".
A mi, lo que me ha preocupado es que algunos de esos alumnos, que han vivido en el rechazo frontal a la religión en sus casas y en sus ambientes, no tengan ya sensibilidad espiritual. Podríamos decir que espiritualmente están en coma: "encefalograma espiritual plano". Y os puedo asegurar que a pesar de todas sus riquezas materiales, a muchos de ellos no les veo muy felices.

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