El profesor de religión ha de ser simpático, activo, colaborador, inteligente, sumiso, obediente, agradable... no sólo para sus alumnos sinó para sus compañeros. Es duro, relamente duro. Un colectivo siempre en jaque y atacado por casi todos. Con una situación laboral que se ha ido arreglando gracias a los sindicatos creados por ellos mismos, a una labor de concienciación e información a sindicatos y partidos políticos.
Con una situación laboral así no es de extrañar que muchos decidan ser interinos, intentar aprobar oposiciones o irse a la privada. Y es una lástima porque muchos de ellos tienen una preparación y una experiencia docente tanto o más buena que muchos funcionarios. Esperemos que la Administración no se olvide ellos y solucione de una vez por todas un largo problema laboral. La Administración es la que tiene en sus manos, y así debe ser por ley, el control de estos docentes. Capacidad para regularizar y resolver.