- ¡Atención niños, que paso lista!:
- Ahmed, Karima, Kadijha, Moha...,
- No profe, hoy el Moha no ha venido.
- Apunto falta y sigo: Rupinder, Ohana, Pau (sí, he dicho bien..., !Pau¡).
Sí, ésta es la realidad en una clase de religión de una escuela pública. ¡Como lo oyen! No es porque esté hablando de un centro con un 90 % de alumnado venido de fuera, sino de un 30% más o menos. Pero el problema con la clase de religión lo tienen los padres de los alumnos de aquí. ¿Quizás prejuicios? ¿Tal vez un laicismo mal entendido como explicábamos en un artículo anterior? ¿Posiblemente descreencia, desencanto o rechazo a la jerarquía? ¿Quizás un poco de todo a lo que hay que añadir un enrocamiento de las personas responsables de desarrollar un currículum cada vez más catequético y menos abierto?
Las estadísticas oficiales nos dicen que los padres siguen optando por las clases de religión católica, pero la realidad es otra. La realidad es que un muchos casos la clase de religión se aguanta por el tesón y buen hacer se sus profesionales, y sobre todo por la inmmigración.
Los venidos de fuera nos dan día a día auténticas lecciones de respeto, valores y tolerancia. Mientras aquí, cada vez más hay un rechazo frontal a cualquier cosa que tenga el nombre de religión, y si es católica ya ni te cuento, para los venidos de fuera los valores religiosos son importantes, auque no sean los suyos. A la pregunta de un profesor a un padre musulmán sobre la razón por la que quería matricular a su hijo a religión católica, la respuesta fue clara: "prefiero que mi hijo le enseñen valores religiosos aunque no sean los nuestros". ¡Chapeau!
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