
No entraremos ahora en una batalla dialéctica sobre cómo son los procesos de oposiciones y los colectivos que han entrado a formar parte del cuerpo de docentes sin éstas. Tampoco hablaremos de los métodos que se han utilizado para conseguirlo. Sólo queremos hacer ver que en nuestro proceso , el de los docentes de religión, las puertas a atravesar no han sido sólo una, ni han sido falsas. Las puertas a atravesar son dos, y bien reales: Por un lado, la del obispado; por otro, la de la administración pública. Así, la exigencia de entrada en nuestro colectivo siempre ha sido doble, como lo ha sido también, a diferencia de nuestros compañeros de claustro, la exigencia de nuestra titulación. Ha habido personas que no han conseguido atravesar la segunda puerta, otros ni tan siquiera la primera. Si os encontráis alguna vez a alguien que os hace el comentario de la puerta falsa, explicadle esta argumentación. Su cara cambiará.
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